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No puedo cambiar (prefiero desaparecer)
Palabras distribuídas sin ningún tipo de orden especial, o espacial, o sí.

24.2.14

La iglesia con la cruz de neón

En algún lugar de la ciudad hay una iglesia que tiene una cruz de neón muy alta. Lo sé porque la ví pero no recuerdo dónde estaba. La luz es azul y brilla más fuerte que todas las estrellas. O brilla más fuerte de lo que podemos ver brillar a cualquier estrella. Sé que en esa iglesia pasan cosas, no sé qué cosas pero sé que pasan. Lo sé porque alguien me lo dijo. O capaz me lo dije yo pero no importa, porque el cuarto está empezando a distorsionarse. Y estoy moviendo los pies con una masa de gente sobre las ruinas de lo que alguna vez supo funcionar como un banco. Pienso en la iglesia con la cruz de neón y se me revuelve el estómago, y se me altera la sangre, que empieza a circular más rápido, para después circular más despacio, para después circular más rápido y después parar. Me excuso con la excusa de que necesito tomar aire, y subo al piso de arriba, donde por fin me alejo de toda esa gente que sé que simplemente no está sintiendo nada más que lo que consideran alguna suerte de libertad sensorial, o una libertad espiritual que en realidad está siendo nula. No puedo hacer foco en mucho más que en mis propias manos y me acuerdo de que alguna vez me dijeron que nunca tenés que mirarte las manos si tomaste algo más que alcohol. Una vez me dijeron que si se te entumece el brazo izquierdo significa que estás por tener un paro cardíaco. Y tambien significa que tenés que dejar de pensar en eso. Antes de que llegue al baño me frena un tipo vestido de negro, que adivino entre tanta confusión, debe funcionar como empleado de seguridad del lugar. Se me acerca y me dice ''sos muy linda''. No le contesto. Se me acerca más y me dice ''no arruines tu vida''. Le digo ''qué?''. Y por un momento creo que me va a rescatar, pero no, no es eso. Tiene en los ojos algo que me dice que no debería confiar en él. Y no lo hago. Pero se me acerca más y me dice ''no arruines tu vida, sos muy linda, por qué no venís para un lugar más tranquilo conmigo?''. Le sonrío porque me da miedo. Le sonrío porque estoy completamente empastillada y no puedo pensar. Y me vuelvo a acordar de la cruz de neón, y pienso que él debe ser el tipo de personas que se acercan a ese templo cuando cierra, o cuando abre a medianoche, da igual. Me alejo de nuevo escaleras abajo pensando en volver a dejar de pensar, y me sigue. Como una sombra o un cargo de pensamientos pesados. Tiene algo en la mirada que me hace tenerle asco y me pone a temblar. Me voy corriendo de una forma tan sútil que quizás hasta parecería que estoy bailando. No importa. Nadie lo nota. Finalmente me encuentro con el grupo de personas con el que fui, y cuando me preguntan si está todo bien, les digo que sí. Pasan un par de horas, o de minutos (no lo sé porque en El Banco la noción del tiempo no existe) y nos vamos. Cuando estoy afuera me doy cuenta de que pasó algo que me hizo hacer algún click en mí que no me gusta, pero veo a una mariposa negra volar, y recuerdo que hay alguna libertad que es ajena a todo eso, a todo esto. Y ahí, de nuevo, por fin, me siento bien. La iglesia con la cruz de neón no está cerca, no sé dónde está, capaz nunca la vuelva a ver. Todo vuelve a estar bien, o se parece con mi idea de lo que es "estar bien". Mañana es otro día.

21.2.14

(Al) - bienestar:

Te dejo ganar por esta vez (como la mayoría de las veces). Me muero de ganas de sentir algo diferente pero todo me lleva a lo mismo. Pienso en luces. Pienso en mi cuerpo. Pienso en tus no lunares. Me dan ganas de que tengas la espalda llena de lunares para poder trazar constelaciones imaginarias desde un punto a otro con mis dedos, o con mi cabeza, da igual. Tengo ganas de que durmamos una siesta eterna en la que soñemos que estamos en otro lugar igual a este, con la diferencia de que en ese lugar nos estamos sintiendo bien todo el tiempo, y eso no llega a ser aburrido. Quiero que el aburrimiento no exista, quiero que seamos colores y que pintes mi piel pálida de azul francia con un montón de pinceles de distintos tamaños. Pero no, no es eso. Lo que quiero en verdad es colorearme de muchos colores con esos crayones que se vuelven acuarelas cuando les echás agua. Me gustaría brillar en el mundo de una forma que contagie y que haga bien. Y que la gente no me mire como si supieran. Como si supieran ese algo. Quiero ser colores por adentro y por afuera también. Algún día le voy a volver a dar a alguien el poder de destruirme y no lo va a hacer. Lo sé porque sé que esas cosas pasan. Sabés qué es lo bueno? Todo puede pasar, y aunque a veces no seamos consciente del todo: el mundo es nuestro. Hoy, y mañana, y el resto de la eternidad también. Brillemos. Vos, yo, las estrellas. Y el mar también, cuando refleja la luna y no hay nada más.