Mi foto
No puedo cambiar (prefiero desaparecer)
Palabras distribuídas sin ningún tipo de orden especial, o espacial, o sí.

18.6.14

Los martes son mi día infeliz

Amnesiac era mi disco favorito de Radiohead cuando tenía la mente un poco más podrida de lo que la tuve este último tiempo. Hoy lo volví a escuchar porque tenía ganas de llorar un poco. Porque necesitaba llorar un poco. A veces siento que necesito mirarme en toda superficie reflectante que encuentre para recordarme que sí, que soy un ser que existe. Perdí tantas cosas en el camino de llegar a ser quién soy ahora que ya no me puedo acordar qué era real y qué no. Estuve teniendo un montón de pesadillas en las que soñaba que venías y no te podía decir nada. Y todo pasaba mientras seguía viajando en el 34. Más gente sube, más gente baja. Intento pensar en qué estarán pensando o pasando todos esos viajeros inquietos y no encuentro respuesta. Me imagino que alguien se imagina en qué pienso y me siento acompañada por aquél desconocido que deja cada tanto de leer su libro para tirarme una mirada inquisitiva. Quiero que sepa, quiero que se entere. Quiero que me de un abrazo y me diga que las cosas nunca estuvieron mejor de lo que están. Mientras todo sucede en cámara lenta en mi cabeza nos seguimos desplazando a la velocidad de la luz hacia lo que viene. Y me aterra. Me aterra tanto que termino eligiendo abrir un libro para poder irme a alguna otra realidad distinta a esta en la que nada conviva conmigo. En la que no tenga pensar en ser alguien para nadie, o que nadie sea algo para mí. Siempre termino siendo mi propia enemiga de tanto que aprendí a vivir dándome la cabeza contra mis tobillos. Voy a seguir sangrando hasta que el suelo se hunda a mis pies y me reencuentre con todo eso que olvidé, porque quise, porque era mejor así, y pueda seguir hacia algún nuevo rumbo que no tenga que ver con mi pasado, ni con el pasado de nadie. Re-nacer. Nacer. Ser. En algún momento se va a callar la voz. Ey, en algún momento se va a callar. Pausa. Contar hasta diez, y empezar de nuevo.

14.6.14

Viernes

No es que te quiera sorprender. Pero entre mis habilidades se destaca el hecho de que puedo tomarme un vino entero sin desmayarme y sin que me de un ataque verborrágico. El viernes nos invita a mirar más al cielo. En realidad, pocas veces dejo de mirarlo. Todo lo demás se ve tan pequeño al lado de esta luna gigante de viernes que creo que quizás no necesite contarme esto ni a mí misma. Esta esfera gigante brilla para nosotros mes a mes y aún hay gente que piensa que eso es parte de la normalidad. La estúpida lluvia aún consigue sacar a la gente de sus casillas. Empiezan con que eso no es normal, generan toda su propia atmósfera de iones negativos recargados hacia el techo y hacia sus pies. Se les mojan los zapatos. Se les nublan las ideas. Qué ideas. Se les crean ideas. De pensar y pensar en pensar más cuando hay que encerrarse a no sentir el agua. Me inundan las ganas de gritarles a todos que el agua es agua no-más. Pero me callo de nuevo porque sé que no entienden todo eso que yo aún tampoco termino de entender. Que el reloj sea más veloz y los autos frenen haciendo ruido. Se alteran todos esos pensamientos semanales que solían rebotar acá y allá, y que no están en ningún lugar. Se llenan los colectivos de almas. Se llenan los palieres de patitas mojadas marcadas que indican que alguien llegó y que alguien se fue hoy, un montón de veces. Entré un montón de veces en la atmósfera conocida por todos hoy. Algunas porque quise y otras porque me obligaron. Me chocaban todos esos cuerpos que se querían subir al subte C más rápido que yo. Vi una obra de teatro implícito hoy a la que la gente le dio parte de su dinero, de su capital, de su trabajo, de su cadena cíclica. Y pareció importarme tan poco. Que las personas me miraban mal por no darle la mano a la chiquita sucia del andén. No es personal, le quería decir. Aunque tuvieras traje y corbata tampoco te saludaría. No ando con ganas de saludar a nadie en especial. Qué lástima que alguien en especial se subiera al mismo tren que yo. Porque ese viaje en el tiempo tampoco me lo esperaba. Buenos Aires, el agua te queda tan hermosa, que me gustaría poder prestarles a todos mis ojos para que pudieran ver al menos una milésima parte de todo eso que veo.

1.6.14

Crónica del primer día de frío

Nada tan especial ni miserable como el veinte-trece. Que haya cosas que todavía no me pueda olvidar es mi culpa. Sí. A veces sueño con mi mente como un bosque oscuro. Los árboles no tienen hojas, pero sí tienen ramas muy altas. Es un lugar donde hace frío todo el tiempo. Las ramas llegan a tapar el cielo. Nunca es de día, pero nunca es de noche. Tengo los pies descalzos entre enredaderas, entre las ramas que a veces se caen. Y al final de un camino que no existe hay una flor color vino que no debería tocar. Hay una flor color vino que nunca debería tocar nadie - a la que creo que en realidad no puedo llegar ni yo. Hay una parte de mi ser que es inalterable. Hay otra a la que se le caen las ramas, y los pedazos con cada latido de más que gasto en gritarme que quiero volver en mí. De eso sí que no me puedo acordar, de cómo era antes. Hubo un momento en que tuve manos de mar. No eran mías, eran prestadas. Quiero que me devuelvas mis partes pero ya las debés haber tirado al fondo de un agujero negro temporal sideral mental. No te debería pedir más nada. Siempre que le pido a tu recuerdo que ordene algo lo deja fuera de lugar, me deja fuera de lugar. Voy a dejar de invocar fantasmas que no existen el día que deje de vivir en una casa embrujada. Hasta entonces, tendré que seguir tomando el té de la mañana entre entes que sigo alimentando de mí. De vos. O de algo de todo lo que creía que antes era real y ahora ni siquiera puedo nombrar. Me quiero saltar tres casilleros en el tablero de la vida y estar mejor. Qué sabré yo de cómo estar mejor. Qué sabré de algo. Basta. Lo único que sé hacer bien es torturar-me.

El día después de

Perdemos tanta gente en el camino de darnos cuenta de que estamos y nos vamos a morir solos. Se me pudren las entrañas mientras nadie ve nada más que una pantalla colorida que se mueve con la música. Azul. Rojo. Verde. Que parece que se mueve con la música, en realidad no sé. Capaz la música se mueve con la pantalla. Está todo bien hasta que empiezo a sentir de nuevo que está todo mal. Que me estoy escapando de mí y que no puedo correr más lejos porque tengo los cordones atados (por mí, pero atados al fin). Dejo de tener sentido y vuelvo a mi burbuja pero todos parecen estar golpeándola un poco con sus pupilas dilatadas y sus brazos veloces. Con sus aguitas cargadas de mierdas y sus caras que nos dicen: nada. Nadie tiene nada que decir. Yo tampoco tengo nada que decir. Por eso cuando subo a la terraza y me prendo un cigarrillo, sólo espero que no se me acerque nadie. No quiero que me toque nada más que el viento. No quiero respirar nada más que más tabaco, otro cigarrillo, un pucho nuevo que se va con los minutos veloces de la ya-incipiente-mañana. Veo salir el sol y no siento nada. Alguien me da un abrazo y sigo sin sentir nada. Me intento acordar de la última vez que sentí algo, y todo se ve en blanco. No me acuerdo cuando fue la última vez que sentí. Empatía, afecto, odio, tristeza. Algo. No hay nada. No hay más recuerdos. En el colectivo de vuelta a casa siento pena por unos chicos que viajan. Un gordo que está borracho y los amigos lo usan para que haga monerías en el colectivo, mientras el chofer se calla y seguramente esté pensando que no debería haber agarrado el turno de los Domingos a la madrugada, pero que de todos modos eso sigue siendo mejor que el tráfico de la semana pico. Miro a los chicos, miro al gordo. Miro al chofer. Veo mi reflejo en la ventana y siento mis mandíbulas temblar y noto que por la que debería tener pena es por mí. Lamentablemente siempre caigo en ese jueguito tentador de hacer mil veces las mismas cosas que dije que no iba a hacer dos mil veces más. Estoy en el tablero de juego. Mi cabeza en el limbo. Al menos no te fuiste con un desconocido. Me lo repito. Hasta que suene bien, hasta que tenga algún sentido. En algún momento voy a estallar y zás. Jaque-mate. En realidad escribí esto para decirte que ayer te extrañé, un montón.