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No puedo cambiar (prefiero desaparecer)
Palabras distribuídas sin ningún tipo de orden especial, o espacial, o sí.

1.6.14

Crónica del primer día de frío

Nada tan especial ni miserable como el veinte-trece. Que haya cosas que todavía no me pueda olvidar es mi culpa. Sí. A veces sueño con mi mente como un bosque oscuro. Los árboles no tienen hojas, pero sí tienen ramas muy altas. Es un lugar donde hace frío todo el tiempo. Las ramas llegan a tapar el cielo. Nunca es de día, pero nunca es de noche. Tengo los pies descalzos entre enredaderas, entre las ramas que a veces se caen. Y al final de un camino que no existe hay una flor color vino que no debería tocar. Hay una flor color vino que nunca debería tocar nadie - a la que creo que en realidad no puedo llegar ni yo. Hay una parte de mi ser que es inalterable. Hay otra a la que se le caen las ramas, y los pedazos con cada latido de más que gasto en gritarme que quiero volver en mí. De eso sí que no me puedo acordar, de cómo era antes. Hubo un momento en que tuve manos de mar. No eran mías, eran prestadas. Quiero que me devuelvas mis partes pero ya las debés haber tirado al fondo de un agujero negro temporal sideral mental. No te debería pedir más nada. Siempre que le pido a tu recuerdo que ordene algo lo deja fuera de lugar, me deja fuera de lugar. Voy a dejar de invocar fantasmas que no existen el día que deje de vivir en una casa embrujada. Hasta entonces, tendré que seguir tomando el té de la mañana entre entes que sigo alimentando de mí. De vos. O de algo de todo lo que creía que antes era real y ahora ni siquiera puedo nombrar. Me quiero saltar tres casilleros en el tablero de la vida y estar mejor. Qué sabré yo de cómo estar mejor. Qué sabré de algo. Basta. Lo único que sé hacer bien es torturar-me.

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