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No puedo cambiar (prefiero desaparecer)
Palabras distribuídas sin ningún tipo de orden especial, o espacial, o sí.

14.6.14

Viernes

No es que te quiera sorprender. Pero entre mis habilidades se destaca el hecho de que puedo tomarme un vino entero sin desmayarme y sin que me de un ataque verborrágico. El viernes nos invita a mirar más al cielo. En realidad, pocas veces dejo de mirarlo. Todo lo demás se ve tan pequeño al lado de esta luna gigante de viernes que creo que quizás no necesite contarme esto ni a mí misma. Esta esfera gigante brilla para nosotros mes a mes y aún hay gente que piensa que eso es parte de la normalidad. La estúpida lluvia aún consigue sacar a la gente de sus casillas. Empiezan con que eso no es normal, generan toda su propia atmósfera de iones negativos recargados hacia el techo y hacia sus pies. Se les mojan los zapatos. Se les nublan las ideas. Qué ideas. Se les crean ideas. De pensar y pensar en pensar más cuando hay que encerrarse a no sentir el agua. Me inundan las ganas de gritarles a todos que el agua es agua no-más. Pero me callo de nuevo porque sé que no entienden todo eso que yo aún tampoco termino de entender. Que el reloj sea más veloz y los autos frenen haciendo ruido. Se alteran todos esos pensamientos semanales que solían rebotar acá y allá, y que no están en ningún lugar. Se llenan los colectivos de almas. Se llenan los palieres de patitas mojadas marcadas que indican que alguien llegó y que alguien se fue hoy, un montón de veces. Entré un montón de veces en la atmósfera conocida por todos hoy. Algunas porque quise y otras porque me obligaron. Me chocaban todos esos cuerpos que se querían subir al subte C más rápido que yo. Vi una obra de teatro implícito hoy a la que la gente le dio parte de su dinero, de su capital, de su trabajo, de su cadena cíclica. Y pareció importarme tan poco. Que las personas me miraban mal por no darle la mano a la chiquita sucia del andén. No es personal, le quería decir. Aunque tuvieras traje y corbata tampoco te saludaría. No ando con ganas de saludar a nadie en especial. Qué lástima que alguien en especial se subiera al mismo tren que yo. Porque ese viaje en el tiempo tampoco me lo esperaba. Buenos Aires, el agua te queda tan hermosa, que me gustaría poder prestarles a todos mis ojos para que pudieran ver al menos una milésima parte de todo eso que veo.

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