Mi foto
No puedo cambiar (prefiero desaparecer)
Palabras distribuídas sin ningún tipo de orden especial, o espacial, o sí.

13.5.14

/me lo dijeron hoy

está maquillado, pero es más de lo mismo

Cumpleaños

Hace cuatro días, cinco meses o dos años que te lo dije
no te quiero volver a ver nada
somos monstruos siderales de la normalidad cotidiana
una oda a lo conocido
treinta y cuatro caminos que llevan a lo que pensamos pero no decimos.
pienso que no te deberías comer las uñas
ni caminar por el lado de la calle con más gente
ni tomar tanta chatarra
ni fumar tanta chatarra
pienso que deberías callarte menos cuando hay tanto humo
porque cuando hablás todo el monóxido se aleja
o se acerca (lo exhalás)
pero el tuyo es diferente, se mezcla con perfume
a vos
y a tu transpiración fuerte
a veces hacés que no pueda respirar otra cosa
capaz no quiera respirar otra cosa
cómo querés que no quiera querer asfixiarme tanto
si tenés manos de sogas y dedos de nudos
tenés un don especial de decir cosas sin que parezca que digas nada
para contentarme
mejor no hagas nada, porque siempre que te digo algo lo entendés mal
me caés mal
y me hacés caerme
quedate callado así, que cuando te veo bailar
me olvido un poco
de todo esto
y de todo eso
y el presente se funde en algo que es mejor
de lo que éramos
de lo que eras
de lo que era
todo
tendrías que escuchar un poco más de yann tiersen

10.5.14

Ahora sólo resta depender, de nadie

Tuvimos noches de lunas de cartón, hace un siglo, o dos. Jugamos a ser soldaditos de plomo de un castillo de arena que nunca existió -en realidad, lo inventé-. Estoy cansada de decir que estoy cansada, pero aún así, no puedo evitar sentirme cansada. Me cansa el aire, me cansa la gente, me cansan los semáforos, las luces, los colectivos y los edificios. Me cansa mi respiración monótona repetitiva e incesante, aunque tengo la suerte de no escucharla tan seguido -sólo cuando choca con algún que otro pecho-. Creo que voy por la calle con la cabeza en una mano y el corazón en la otra y nadie se da cuenta. Cómo estás. Bien. Cómo estás. Bien. Cómo estoy. Estoy tan malditamente bien que no lo puedo creer. Una oleada de caricias interesadas que llevan hacia la nada. Me trago todas sus porquerías universales porque aún no aprendí a estar sola todo el tiempo. Pero no. No te creo, no les creo. Creo en no creer en nada -por eso tampoco creo en mí-. El precipicio va a llegar al final. Resolvete. Qué vas a hacer para ahogar el incendio que dentro de mí alimenté? Y pienso que me quiero caer. Pienso en caer. En una caída libre. En un giro de 360° en el aire. Y resulta que ya estoy cayendo - pero no llego a atajarme. No es importante el golpe, sólo no se me acerquen más (de más).

3.5.14

Al mundo (pero no necesariamente al planeta):

Siento que sigo sintiendo y algo se alumbra. El universo me carga de ganas de ser, y soy. Y estoy. Estamos todos reunidos en este lugar ajeno e increíble para algo. Yo sé que vamos a explotar en millones de colores y nos vamos a volver a encontrar en otro lugar donde podamos ser un arcoiris -o algo así-. No quiero ser algo mejor. Quiero congelar por siempre este momento en la inmortalidad de la memoria a la que el tiempo no alcanza, y poder abrazarlo cuando vuelva a hacer frío. Y acordarme, de que nunca está todo tan perdido. Nunca estamos tan perdidos. Seguimos con los pies en el suelo. Seguimos con la mente en las nubes. Seguimos con los ojos en las estrellas. Tenemos mares, tenemos árboles, tenemos montañas, tenemos sol y tenemos luna. Tenemos caras, tenemos bocas, tenemos manos y -a veces- tenemos caricias. Somos cuerpos, somos carne, somos masa. Sí. Y sangramos, sí. Y mordemos, sí -pero no siempre tan fuerte-. Quiero donarle mi cuerpo al viento y que se lo lleve, porque entendí. Entendí que no necesito nada más para ser feliz. Todo lo que quiero lo llevo conmigo. Estimado mundo cruel, hoy estamos en paz. Gracias.