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No puedo cambiar (prefiero desaparecer)
Palabras distribuídas sin ningún tipo de orden especial, o espacial, o sí.

10.5.14

Ahora sólo resta depender, de nadie

Tuvimos noches de lunas de cartón, hace un siglo, o dos. Jugamos a ser soldaditos de plomo de un castillo de arena que nunca existió -en realidad, lo inventé-. Estoy cansada de decir que estoy cansada, pero aún así, no puedo evitar sentirme cansada. Me cansa el aire, me cansa la gente, me cansan los semáforos, las luces, los colectivos y los edificios. Me cansa mi respiración monótona repetitiva e incesante, aunque tengo la suerte de no escucharla tan seguido -sólo cuando choca con algún que otro pecho-. Creo que voy por la calle con la cabeza en una mano y el corazón en la otra y nadie se da cuenta. Cómo estás. Bien. Cómo estás. Bien. Cómo estoy. Estoy tan malditamente bien que no lo puedo creer. Una oleada de caricias interesadas que llevan hacia la nada. Me trago todas sus porquerías universales porque aún no aprendí a estar sola todo el tiempo. Pero no. No te creo, no les creo. Creo en no creer en nada -por eso tampoco creo en mí-. El precipicio va a llegar al final. Resolvete. Qué vas a hacer para ahogar el incendio que dentro de mí alimenté? Y pienso que me quiero caer. Pienso en caer. En una caída libre. En un giro de 360° en el aire. Y resulta que ya estoy cayendo - pero no llego a atajarme. No es importante el golpe, sólo no se me acerquen más (de más).

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