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No puedo cambiar (prefiero desaparecer)
Palabras distribuídas sin ningún tipo de orden especial, o espacial, o sí.

1.6.14

El día después de

Perdemos tanta gente en el camino de darnos cuenta de que estamos y nos vamos a morir solos. Se me pudren las entrañas mientras nadie ve nada más que una pantalla colorida que se mueve con la música. Azul. Rojo. Verde. Que parece que se mueve con la música, en realidad no sé. Capaz la música se mueve con la pantalla. Está todo bien hasta que empiezo a sentir de nuevo que está todo mal. Que me estoy escapando de mí y que no puedo correr más lejos porque tengo los cordones atados (por mí, pero atados al fin). Dejo de tener sentido y vuelvo a mi burbuja pero todos parecen estar golpeándola un poco con sus pupilas dilatadas y sus brazos veloces. Con sus aguitas cargadas de mierdas y sus caras que nos dicen: nada. Nadie tiene nada que decir. Yo tampoco tengo nada que decir. Por eso cuando subo a la terraza y me prendo un cigarrillo, sólo espero que no se me acerque nadie. No quiero que me toque nada más que el viento. No quiero respirar nada más que más tabaco, otro cigarrillo, un pucho nuevo que se va con los minutos veloces de la ya-incipiente-mañana. Veo salir el sol y no siento nada. Alguien me da un abrazo y sigo sin sentir nada. Me intento acordar de la última vez que sentí algo, y todo se ve en blanco. No me acuerdo cuando fue la última vez que sentí. Empatía, afecto, odio, tristeza. Algo. No hay nada. No hay más recuerdos. En el colectivo de vuelta a casa siento pena por unos chicos que viajan. Un gordo que está borracho y los amigos lo usan para que haga monerías en el colectivo, mientras el chofer se calla y seguramente esté pensando que no debería haber agarrado el turno de los Domingos a la madrugada, pero que de todos modos eso sigue siendo mejor que el tráfico de la semana pico. Miro a los chicos, miro al gordo. Miro al chofer. Veo mi reflejo en la ventana y siento mis mandíbulas temblar y noto que por la que debería tener pena es por mí. Lamentablemente siempre caigo en ese jueguito tentador de hacer mil veces las mismas cosas que dije que no iba a hacer dos mil veces más. Estoy en el tablero de juego. Mi cabeza en el limbo. Al menos no te fuiste con un desconocido. Me lo repito. Hasta que suene bien, hasta que tenga algún sentido. En algún momento voy a estallar y zás. Jaque-mate. En realidad escribí esto para decirte que ayer te extrañé, un montón.

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